Han pasado ya algunos meses desde que, igual que ahora, te dejé leer una carta que se escondía, tímida, entre algún libro.
Han pasado varias vidas en estos meses, y es que hay veces donde no pasa nada en años y semanas donde pasan años. Para ambos, pero sobre todo para ti, estos últimos meses han sido así.
Y, sin embargo, ya no te pido lo mismo que en la primera carta. Ahora te dejas caer sobre tus seres queridos, te dejas descansar sobre su apoyo y te dejas acompañar. Te dejas, incluso si te requiere un gran esfuerzo, estar mal.
No han sido meses fáciles y, aún así, siendo movida casi que por un viento tumultuoso y huracanado, has conseguido poco a poco ir mejorando, ir cambiando.
En la otra carta te decía que te admiraba por tu fuerza, por tu resiliciencia, por tu bondad. Tras haberte acompañado estos meses, solo puedo admirar sorprendido esas mismas cualidades.
No he conocido —y dudo mucho que conozca— a alguien tan fuerte, tan resiliente, tan bueno. Eres una persona buena y fuerte, e incluso pasándolo así de mal, has conseguido rescatar energías para ayudar a quien lo necesitaba.
Incluso pasándolo así de mal, has rescatado fuerza para cambiar, para mejorar, para seguir andando.
Siempre te levantas, siempre avanzas. Creo que hay veces que no asimilas lo valiente que eres. Esta vez, a diferencia de con la primera carta, me alegra poder estar a tu lado para recordártelo.
Durante todos estos meses, que han sido peores para ti que para mí, me has servido de apoyo permanente, y me has ayudado tanto y tan a menudo que solo me mantengo en pie porque te tengo.
Suscribo todo lo que dije en la primera carta, pero siempre se me quedó el regusto amargo del arrepentimiento por no decirte lo que más sentía: Te quiero.
Eres lo más bonito que me ha pasado, poder quererte cada día, y poder ver de cerca tu fuerza y tu bondad me hace querer ir más allá. No conozco a una persona más fuerte, no puedo ser más afortunado por quererte.
Te quiero mucho. Incluso con el tumultuoso camino que nos ha llevado hasta aquí, volvería a repetir cada cosa si eso significara, al final, poderte querer y estar a tu lado. No hay nada en esta vida que me haya merecido más la pena.
Te quiero.
Acababa la carta anterior con esta frase:
No muy tarde, podrás dejarte caer sobre otras personas, y dejarte descansar y mecer, dejar de luchar, dejar de sufrir, dejarte sentir, dejarte ser.
Tal vez no te has dado cuenta, pero por fin te has dejado ser Kei.
En medio de la noche, tengo de pronto un indeterminado número de minutos para quererte
con el aturdimiento y la clarividencia de los desvelados.
Siento en tu piel al ser humano bueno.
El ritmo de tu aliento me comunica música muy simple
Me indica mi lugar en el cosmos.
Si me despierto en medio de la noche, me basta con tocarte.
- González Iglesias
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¿Quieres salir conmigo?